Germán Gómez Carvajal, productor de contenidos, Unibagué.

Germán Gómez Carvajal, productor de contenidos, Unibagué.

 

 

Los colombianos, sin lugar a dudas, sostenemos una relación particular con los vehículos y con la mecánica en general. Un empirismo explorador nos lleva a querer abarcar e intervenir nuestros coches, motocicletas o bicicletas. Se nos hace retador comprender la funcionalidad de nuestras máquinas y, a partir de la exploración, aprendemos a optimizarlas, mejorarlas o dañarlas.

Esa escena la hemos visto en casa: el abuelo, el padre o el hijo cacharreando con piñones, motores y ruedas, o leyendo la revista Motor (revista automotriz) para que las nuevas máquinas que llegan al mercado no nos tomen por sorpresa. Dicha curiosidad, constante en nuestra cultura, se acentúa en los estudiantes de Ingeniería Mecánica de la Universidad de Ibagué, jóvenes que aspiran a generar diseños innovadores y alternativas racionales y funcionales de vehículos. Ellos reciben el impulso del ingeniero Eduardo Alberto Pérez Ruiz, quien los reta a materializar aquello que sus mentes y creatividad les sugieren.

Consciente de la importancia de incentivar apuestas constructivas basadas en la creatividad, el profesor Eduardo Pérez propuso desde el año 2013, como estrategia pedagógica de su cátedra Introducción a la Ingeniería Mecánica, llevar al campo práctico las ideas de diseño y ensamble, mediante la creación de vehículos no motores, denominados vehículos de tracción humana. Esta experiencia expone a los estudiantes al manejo de herramientas, a ensamblar, a unir líneas de materiales diversos contrariando el lápiz. Los estudiantes reconocen la complejidad de la fabricación y creen que como recurso pedagógico la creación de los vehículos ha sido enriquecedora.

El reto

Este profe, convencido de las bondades de acercarse al estudiante desde la conversación informal, el ejemplo y la práctica, no solo evalúa el diseño de los prototipos, sino que los somete a prueba; para cumplir su propósito, se inventó una válida contrarreloj entre los equipos participantes —denominados escuderías—; al final de la contienda, los ganadores reciben sus diplomas oficiales y un reconocimiento económico que aporta el programa de Ingeniería Mecánica. “Se genera cierta competitividad por ser el mejor, por mostrar que en realidad se apropia uno de aquello que le enseñan; y el dinero… el dinero es un plus. Nosotros, los Correcaminos Racer, estamos participado desde el 2014; hemos reído y también nos hemos sentido frustrados”, comenta Nicolás Carvajal, estudiante de Ingeniería Mecánica, quien sonríe, como quien se guarda historias para más adelante.

Correcaminos Racer es una escudería que ha probado la derrota y el triunfo, que aún participa en la válida, a pesar de que sus integrantes cursan séptimo semestre en promedio; para ellos, la competencia se volvió algo serio. La materia del profe se fusionó con otras y, hoy, la válida es un concurso abierto que no tiene carácter académico ni obligatorio, aunque sí, mucho de pasión genuina, de ganas de crear vehículos rápidos, atractivos y estables. La válida es un concurso abierto para toda la comunidad universitaria.

Las mujeres y las reglas

Cada año, las escuderías nuevas y las ya afianzadas compiten por el premio. El profesor no ha dejado ninguna rueda suelta y hasta el asunto del género está inmerso en las válidas. Los vehículos deben tener, como mínimo, tres ruedas; así mismo, se evalúan el diseño, la ergonomía para el piloto, el sistema de dirección y los acabados. Funcionalidad y rapidez sintetizan todo lo anterior.

Se crean escuderías —equipos de trabajo—, las cuales conforman un clan y se asignan diferentes roles; la mayoría de los grupos definen únicamente el papel del piloto, pues se tiende a escoger al integrante con mejor condición física. El resto de las tareas son conjuntas y los líderes son todos. “Todos aportamos ideas, proponemos, hacemos y descartamos. Algunos de nosotros manejamos mejor ciertas herramientas, pero no existen liderazgos plenos”, señaló Sebastián Céspedes, estudiante de Ingeniería Mecánica.

La válida se da en la modalidad de contrarreloj y se van eliminando escuderías, de acuerdo con los tiempos que obtengan. Al final quedan dos equipos y gana el que obtenga el mejor tiempo. Tiempos mínimos o victorias aventajadas se han visto.

Como obligación ineludible, el profe introdujo, para el año 2016, la participación de por lo menos una mujer en cada equipo; son ellas las encargadas de pilotear una de las vueltas de cada contrarreloj. En ese mismo año, las estudiantes se robaron todas las miradas, no por las curvas y belleza de sus cuerpos, sino por su gran creatividad e indudable habilidad para afrontar las curvas en competencia. Chicas que no se negaron la oportunidad de ganarse un espacio para competir y que descrestaron como pilotos.

El equipo que se llevó el premio de 1.200.000 pesos en el 2016 fue Corre caminos racer; sus integrantes, sorprendidos y a carcajadas, vitorearon a su chica. Una etapa donde las mujeres fueron protagonistas por su entereza. Paula Jiménez, estudiante de Aeronáutica por transferencia, se robó el show. Esta joven con piernas torneadas y fuertes aportó minutos de ventaja con los que afianzó el triunfo, gracias a su estado físico y su habilidad al volante. Practicar el patinaje hizo de Paula Jiménez, una mujer con condiciones físicas plausibles. Abrazos iban y venían, sus compañeros le reconocieron su verraquera, porque ganar es bonito y sorprenderse también.

Lo inesperado

La más reciente válida (2017) exhibió de todo: participación del mismo profe, eliminaciones por problemas mecánicos insolubles, despedidas anticipadas. El factor sorpresa, que también le aporta intriga y diversión al juego de ganar, apareció cuando el profe Eduardo Pérez conformó su propio equipo con los profes Freddy Llanos, Oscar Araque, Andrés García y Carlos Moya. “Cuando vi que el profe iba a participar me asusté un poco”, comentó Nicolás Carvajal, quien siempre asoma una sonrisa socarrona que anuncia un nuevo episodio, una nueva jocosidad que guarda para decir luego.

El profe Eduardo salió de competencia rapidito, el chasís de su coche cedió ante un piloto como el profe Fredy Llanos, quien desde el año 2016, acompaña en la aventura a su amigo Eduardo. La situación se tornó pintoresca, los profes lo tomaron con frescura y desde su experiencia enseñaron a no dejar en el tintero ni el más mínimo detalle.

Los campeones hasta ese momento, los Correcaminos Racer, salieron del certamen sin competir, un problema con la dirección a última hora los sentenció. Con múltiples sorpresas entre bando y bando, concluyó la válida del año 2017, que dejó en lo más alto del pódium a la escudería btm. Los Correcaminos Racer, al recordar su percance se ríen, pero el asunto les pesa y, como es obvio, quieren retomar su título en este 2018. Los chicos participantes proyectan vocación y diversión en todas las etapas, postulan el prototipo, lo fabrican y ruedan en él.

 

El concurso está abierto para toda la comunidad universitaria y, si usted quiere, puede aprender a ensamblar, unir, ajustar y, sobre todo, a crear. Puede jugar a ser piloto, a ponerse gorra y lentes de sol, a parecerse a Kimi Räikkönen o a Fernando Alonso; a crear un vehículo futurista y ecológico que se impulse a fuerza de sus propias piernas; puede ser una mezcla colombiana de piloto audaz y deportista fuerte, algo así como un mix entre Rigoberto Urán y Juan Pablo Montoya, con la diferencia de que  usted es quien diseña, construye, pinta, ajusta, desmonta, daña, soluciona y vuelve a solucionar aquello que le acarrea crear su propio vehículo, un atisbo de lo emocionante que puede llegar a ser, dárselas de deportista, piloto e ingeniero mecánico al  mismo tiempo. Por mi parte, como escritor, me sentí narrador de la Fórmula Uno.
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