Martes, 19 Marzo 2019 20:25

El sentido de comunidad: un promotor de calidad de vida de las ciudades

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Desde su creación, los seres humanos han convivido en grupos sociales. En la actualidad, esto sigue vigente; claro ejemplo de ello es la vida en comunidad. Nos organizamos por barrios, conjuntos residenciales y ciudades, lo que nos obliga y/o facilita a vivir con el otro bajo unas normas y reglas de convivencia. Cuando se vive en comunidad se promueven elementos formales e informales, y son precisamente, estos últimos, en los que se hará énfasis en este documento, tratando así de evidenciar su impacto en la calidad de vida y bienestar de las personas que viven en las ciudades actuales.

Múltiples investigaciones (Hombrados & López, 2014; Vallejo, Moreno, & Ríos, 2017) han tratado de medir el impacto psicológico que genera vivir en comunidad para los hombres y mujeres, y ser partícipe de ella. El proceso psicológico que ha permitido dar explicación ha sido el sentido de comunidad. Pero para lograr comprenderlo, es importante definir primero lo que se entiende por comunidad.

 

La comunidad se define, pues, por la naturaleza de las relaciones interpersonales e intergrupales de un conjunto de personas que habitan en una misma área geográfica.

 

 

La intimidad, la profundidad emocional, el compromiso moral, la cohesión social y la continuidad en el tiempo a la que aludían los grandes maestros de la ciencia social son las características que hoy definen la necesidad de pertenencia (Baumeister & Leary, 1995; Leary, 2010) y el sentido de comunidad, que a su vez confluyen en la construcción de espacios físicos, naturales, económicos, sociales y ambientales, que influyen entre sí (Norris, Stevens, Pfefferbaum, Wyche, & Pfefferbaum, 2008).  Según Blanco (1988), el concepto de comunidad se mueve alrededor de: a) componente ecológico, que responde a un grupo de personas reunidas en un espacio; b) factor macrosocial, que responde a las diferentes estructuras sociales, que se tejen en cualquier grupo; c) componente microsocial, que responde a las relaciones sociales entre los grupos y las personas; y, d) factor psicológico o sentido de comunidad.

Se puede entonces afirmar, que la comunidad se configura en una unidad de análisis, que contiene dimensiones formales desde la acción de las instituciones, e informales a través de la conexión emocional, empatía y apoyo (Hombrados, 2013). Este elemento se convierte en un espacio de socialización, conocimiento y capitalización de los recursos con los que cada miembro de aquel grupo cuenta, ya que la comunidad se configura en un espacio de construcción de significados, afectividad y apoyo mutuo. Por tal razón Hombrados & López (2014) reviven el concepto de sentido de comunidad de Sarason (1974) con una serie de elementos multidimensionales que se relaciona  de manera holística, definiéndolo como:

(…) la percepción de similitud con otros, el reconocimiento de la interdependencia con los demás, la voluntad de mantener esa interdependencia dando o haciendo por otros lo que uno espera de ellos y el sentimiento de que uno es parte de una estructura más amplia, estable y fiable (Hombrados & López, 2014, p. 157).

 



A su vez, diferentes autores han rescatado dimensiones del concepto de sentido de comunidad, puesto que en sus estudios han sido más relevantes algunas variables que otras. Sin embargo, el concepto esencialmente no cambia, solo se desarrolla desde distintas perspectivas, porque la naturaleza de sus elementos es múltiple.

Por su parte, la perspectiva de McMillan & Chavis (1986) determinan cuatro dimensiones para el sentido de comunidad, las cuales son: (1) conexión emocional, que se refiere a los lazos emocionales que establecen los individuos con las personas más próximas; (2) satisfacción de las necesidades subjetivas, solo se puede generar por medio de la empatía que tengan los vecinos de acudir a las necesidades de los demás residentes; (3) integración y/o cohesión hace referencia a las acciones de identificación, unión y trabajo por objetivos comunes; y, (4) la identidad comunitaria es pues el sentimiento que evoca el ser parte de un grupo en específico, tener derechos y deberes, identificando quienes son los miembros de la comunidad.

 

Ahora bien, dentro del marco físico y psicológico de la comunidad, las personas pueden establecer reglas, valores y experiencias compartidas, para garantizar el desarrollo individual y colectivo.

 

 

Esto es posible, por la presencia de las dimensiones antes descritas y que  facilitan la interacción interpersonal y el sentido de pertenencia que tenga cada integrante con su comunidad. En las misma línea, Hombrados & López (2014) en sus estudios, también han evidenciado factores que influyen en la creación del sentido de comunidad, tales como el entorno físico, la satisfacción de las necesidades básicas, los componente emocionales subjetivos y los que se van desarrollando en colectivo, además de la posición socioeconómica. Se ha comprobado que algunas dimensiones del sentido de comunidad resaltan más en aquellas posiciones económicas bajas que en las altas, es decir, el impacto que trae consigo el sentido de comunidad en la calidad de vida de sus residentes dependerá de la posición socioeconómica. Esto da a entender que a pesar de las dificultades económicas, un barrio puede subsistir si posee cada una de las dimensiones propuestas para el sentido de comunidad.

En este mismo sentido, en la ciudad de Ibagué, los medios de comunicación locales como El Nuevo Día con su artículo La Libertad, sentido de pertenencia y colaboración son sus banderas (2016), han publicado relatos de habitantes que valoran muy positivo la presencia de las dimensiones del sentido de comunidad en su vida comunitaria, y permiten suponer que ha tenido impacto en su calidad de vida. Sin embargo, estas inferencias carecen de evidencias científicas, por lo que se convierte en una de las razones que justifica el estudio del potencial comunitario de los habitantes de Ibagué, y su posible efecto en la calidad de vida de los ciudadanos.  

 

Referencias bibliográficas

Baumeister, R., & Leary, M. (1995). The need to belong: Desire for interpersonal attachment as a fundamental human motivation. Psychological Bulletin(117), 497-529.
Blanco, A. (1988). La psicología comunitaria ¿una nueva utopía para el final del siglo XX? En A. Martín, F. Chacón, & M. Martínez, Psicología comunitaria (págs. 11-33). Madrid, España: Visor.
El Nuevo Día. (13 de Marzo de 2016). La Libertad, sentido de pertenencia y colaboración son sus banderas. Obtenido de
 http://www.elnuevodia.com.co/nuevodia/tolima/ibague/283870-la-libertad-sentido-de-pertenencia-y-colaboracion-son-sus-banderas
Hombrados, M. (2013). Sentido de comunidad. En M. I. Hombrados-Mendieta, Manual de psicología comunitaria (págs. 59-74). Madrid, España: Síntesis.
Hombrados, M., & López, T. (2014). Dimensiones del sentido de comunidad que predicen la calidad de vida residencial en barrios con diferentes posiciones socioeconómicas. Psychosocial Intervention, 23(3), 159-67.
Leary, M. (30 de Junio de 2010). Affiliation, acceptance, and belonging: The pursuit of interpersonal connection. Obtenido de Wiley Online Library web site: https://doi.org/10.1002/9780470561119.socpsy002024
McMillan, D., & Chavis, D. (1986). Sense of community: a definition and theory. Journal of Community Psychology, 14(1), 6-23.
Norris, F., Stevens, S., Pfefferbaum, B., Wyche, K., & Pfefferbaum, R. (2008). Community resiliencies as a metaphor, theory, set of capacities, and strategy for disaster readiness. Community Psychology(41), 127-150.
Sarason, S. (1974). The psychological sense of community: Prospects for a community psychology. San Francisco, California, Estados Unidos: Jossey-Bass.
Vallejo, M., Moreno, M., & Ríos, M. (2017). Sentido de comunidad, fatalismo y participación en contextos de crisis socioeconómica. Psychosocial Intervention, 26(1), 1-7.

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