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Lunes, 22 Octubre 2018 16:19

La sombra de la educación moderna

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La posibilidad de seguir reproduciendo metodologías tradicionales, marcadas en nuestro sistema educativo, se hace cada vez más probable cuando lo que busca la sociedad son seres que produzcan para un desarrollo mercantilista; así mismo, la fragmentación de la educación es más viable para seguir reproduciendo ese mecanismo. Actualmente, atendiendo a la crisis en la que nos encontramos, comienza a nacer la idea de una formación integral. Sin embargo, dicha formación integral sigue partiendo de la fragmentación que hay en nuestro sistema educativo que imita unas prácticas descontextualizadas y en donde se desconocen otras relaciones que no sean entre el docente y el estudiante, como si el docente fuera el único actor que puede ayudar con un proceso de aprendizaje.

Ciertamente, nuestro proceso educativo está centrado todavía en parámetros tradicionales que nos llevan a seguir reproduciendo las mismas prácticas que durante años han sido ejes en la enseñanza. Prácticas que tienen que ver siempre con un poder del conocimiento que está centrado en una persona, donde existe un otro que desea conocer y discurre una transmisión del conocimiento.

Así nos lo explicaba Durkheim en su texto Sociología y educación (1973), cuando decía que la educación es como una transmisión de valores y conocimientos que necesitan los niños para responder a las demandas sociales. Dichas demandas al ser variantes, generan, de igual forma, la transformación de la educación; por lo tanto, nos hace pensar que el estudiante es un objeto vacío donde no hay una construcción colectiva, sino que es un niño influido por generaciones mayores que le permiten funcionar en la sociedad, sin ir más allá de eso.


 

Es esa educación tradicional y fragmentada la que ha tomado la fuerza en los procesos de enseñanza y aprendizaje; nos hemos cobijado bajo unas ideas establecidas del quién debe ser educado, quién debe educar y cómo debe hacerlo, es un seguro del que partimos como verdad.



Metafóricamente hablando, nos recuerda la utopía propuesta por Francis Bacon en La nueva Atlántida (Bacon, 1845), un texto que nos muestra unas ideas fantásticas sobre una ciudad ideal en donde abunda la honestidad y la felicidad; sin embargo, pese a que  la ciudad no le falta el alimento y todos viven en armonía, sigue teniendo relaciones patriarcales, sigue con ideales religiosos, ideales de familia y el desarrollo centrado en la ciencia y tecnología; es decir, reproduce los parámetros establecidos en la sociedad que regía en ese momento.

De igual manera, podemos observar en series como Los supersónicos (Hanna & Barbera, 1962), cuando pensar en los 60 sobre autos voladores, casas en el espacio, viajes entre planetas era todavía más descabellado que ahora. Pero este tipo de programas rompen ciertos paradigmas de lo posible y crean esas ciudades tecnológicamente avanzadas. Sin embargo, las relaciones familiares y los roles de los mismos siguen siendo los tradicionales, el papá que trabaja y saca el pecho por la familia, la esposa ama de casa, una hija que le gusta salir con chicos y verse bonita, junto con un hermanito que le gusta el fútbol y series de tv con héroes.

Así pues, queremos una educación diferente pero seguimos reproduciendo las mismas relaciones, donde hay un maestro que es ilustre y tiene el conocimiento, y un estudiante ávido de conocimiento: la enseñanza se enfoca solo en un aspecto que se cree esencial para ser educado. Creemos que la educación es seguir enseñando ciencias básicas, humanidades, etc., pero no vemos que la educación es más que una materia y una relación entre el docente y el estudiante.



Adicional a esto, ese maestro ilustre pelea constantemente con un ego que tenemos a veces los profesores sobre el conocer o el desconocer que no conocemos. El tener siempre a razón o que el estudiante no se entere que no sabemos sobre algunos temas. Un ego sobre el poder del conocimiento que nos aísla en este proceso de aprendizaje y enseñanza.

Empero, actualmente, una de las corrientes metodológicas que intenta romper esa diferencia es el constructivismo, aunque sigue existiendo un docente y un estudiante, se acerca más a un contexto de experiencia, a un diálogo de saberes y una construcción compartida de conocimiento. Para autoras como Duarte (2003), un ambiente de aprendizaje constructivista comienza a romper las barreras del aula y se evidencia en otros tipos de espacios con otras relaciones.

Ahora, como dice William Ospina, “queremos  una educación que nos haga buenos profesionales y buenos operarios, pero sobre todo necesitamos una que nos haga valientes ciudadanos, y lúcidos seres humanos” (2009, p. 1); entonces tendríamos que preguntarnos, qué tanto estamos posibilitando esa lucidez si seguimos con estas relaciones que nos han fragmentado cada vez más como seres humanos; tanto así, que actualmente se hacen investigaciones para reconocernos como humanos, para entender-nos como tal.

Esto nos obliga a pensar sobre el papel que como universidad debemos desempeñar. Una universidad deseada en donde se divulgue la cultura educativa, sin la fragmentación de las facultades y, más bien, en donde se cultive el respeto por el otro, el diálogo de los diferentes saberes, la escucha a las personas y al contexto, donde se fortalezca el valor de la región, donde se identifiquen las riquezas naturales y se valore su importancia. En donde podamos investigar sin medirnos en campos disciplinares.

 

 

La universidad debe seguir fortaleciendo nuestros lazos como sociedad en un convivir constante, un entender-nos y escuchar-nos. El papel de la universidad debe ser el abrir la posibilidad a esa diversidad de conocimiento. Por tanto, el sistema educativo debe verse como una comunidad que aprende y deja aprender.

 

Más no se trata tan solo de la universidad como actor, también debe existir una persona que quiera entrar en el juego de sentir-pensar-actuar constante sobre sus prácticas y sus reflexiones; un sujeto con curiosidad, con ganas de aprender sobre su contexto, que aproveche su proyecto de vida entorno a sus intereses vinculados con los de la comunidad.

De hecho, creemos que la universidad debería ser como las bibliotecas humanas (Gamero, 2016) donde existan personas que quieran compartir saberes, también quieran explorar e investigar. Nos ayudaría a promover el diálogo, la escucha y el entendernos como parte de una comunidad que pretende tener la apertura para todas las dimensiones que como seres humanos tenemos. Una universidad de todos.

Referencias
Bacon, F. (1845). La nueva Atlántida. Londres, Inglaterra: Biblioteca Virtual Universal. disponible en: http://www.biblioteca.org.ar/libros/130891.pdf.
Duarte, J. (2003). Ambientes de aprendizaje: una aproximación conceptual. Revista Estudios Pedagógicos(29), 97-113.
Durkheim, É. (1973). educación y sociología. (J. Muls de Maras, Trad.) Barcelona, España: Ediciones Península.
Gamero, A. (5 de Abril de 2016). Las bibliotecas humanas donde se consultan personas en lugar de libros. Obtenido de Arttextum web site:
 https://arttextumreplicacion.net/2017/01/29/las-bibliotecas-humanas-donde-se-consultan-personas-en-lugar-de-libros/
Hanna, W., Barbera, J. (Productores), Hanna, W., & Barbera, J. (Dirección). (1962). The Jetsons [Película]. Estados Unidos: Tooncast & Boomerang.
Ospina, W. (23 de Septiembre de 2009). La educación. Obtenido de Al deía con las noticias. Mineducación web site: https://www.mineducacion.gov.co/observatorio/1722/article-203233.html

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Gina Alexandra Rojas, Psicóloga del grupo de Proyectos Especiales y Pensamiento Sistémico, Unibagué.

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