Lunes, 02 Octubre 2017 22:04

En vuelo

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Yair Guillermo Molina


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Yair Molina es un hombre adulto, padre de dos hijos, con aficiones varias. Un tipo que puede ser desde un académico con el lenguaje científico más complejo, hasta un hombre risueño, mamagallista y coloquial; que toma café acompañado de la gente de las zonas peri-urbanas de la ciudad de Ibagué, y habla con ellos de tú a tú. Un hombre corpulento con aspecto rudo, que estudia las aves de la ciudad y del mundo desde hace dieciséis años; rudo en apariencia, porque alguien que estudie las aves, sus colores, cantos y alas debe tener una esencia poética.

El profesor Yair es el investigador líder del proyecto Estudio técnico y participativo de la biodiversidad aviar del municipio de Ibagué (Tolima), como estrategia para la consolidación del ecoturismo de aves, la conservación de sus hábitats y el desarrollo de procesos de educación ambiental. En otras palabras, el proyecto de Yair Molina busca conocer qué aves surcan nuestros cielos, conseguir que los habitantes de esos territorios sean aptos para identificarlas y cuidarlas, y lograr que sus cantos y belleza se conviertan en un fortín turístico.

A la fecha, el avistamiento de aves posee una proyección turística notoria. Numerosos estudios registran el potencial ecoturístico de las aves a escala global. En Colombia se encuentra más del 60 % de las aves de Latinoamérica y el 20 % de las de todo el planeta; es decir que nuestro país posee, flotantes y cantantes, el mayor número de pajaritos del mundo.

Un estudio realizado por la organización Conservation Strategy Fund (csf), en colaboración con la National Audubon Society y la Universidad de los Andes de Colombia demostró, mediante encuestas y proyección soportada, que, tan solo en Canadá y Estados Unidos, 280.000 miembros de la  Sociedad Audubon estarían  interesados en visitar el país para  hacer  avistamiento aviar.

Esas cifras se traducen en una gran afluencia de visitas y una activación significativa de la economía, una línea alterna al uso tradicional de los recursos naturales y una apuesta ecosostenible. El avistamiento de aves podría generar, alrededor de 46 millones de dólares al año. Las cifras en el entorno regional en pro del ecoturismo son también alentadoras.  “El Tolima ya puede certificar 770 aves; es un número importante que recoge el 40 % de las existentes en el país; sin embargo, es un cálculo aproximado. El Departamento cuenta con 47 municipios y solo se ha podido investigar en 26, porque el conflicto armado impedía el acceso a muchas zonas; ahora todo es distinto, estoy seguro de que el número de aves debe ser mucho mayor”, aseguró el profe Yair Molina.

La apuesta es consolidar una oferta turística de calidad, determinar todo el vademécum de aves, capacitar al personal de la región en el tema y pasar a la etapa de emprendimiento. La investigación del profe Yair se encuentra en la etapa de identificación de las especies y la capacitación a las comunidades. Un trabajo que él lidera, acompañado de una joven investigadora y la gente cercana a las reservas.

 

La comunidad, el canto y los colores

Pájaro 

Aparte de todo  tiene  la  virtud de volar1

 
 

 Yair Molina es un apasionado por comprender la vida. Quiso ser médico, pero tuvo más fuerza la biología. “Recuerdo que de niño contemplaba por largas horas las hormigas y observaba los procesos de descomposición. Hice un análisis de mi trasegar en el colegio y aunque siempre obtuve buenas notas en todas las materias, la biología me indujo a ella poco a poco”, señaló.

Escuchando poemas que dan cuenta de la aparición de las aves en la literatura colombiana.Yair recuerda la aparición de ellas en su vida, y tal vez la más significativa:

 

 
Tenía mi propio despertador en mis  tiempos de colegio; siempre me acompañó un pájaro que canta únicamente en las madrugradas;su canto es así:y el profe Yair silba,como sí, con su imitación nos presentara de primera mano al pajarito.

 

Me mira como si con el sonido pudiera presentarme al ave, como si yo tuviera el oído entrenado como él, que, al escuchar el canto de un ave, sabe cuál es su procedencia, sus características, nombre y familia. Un poco desencantado, tal vez por mi ignorancia, le resta amplitud a la emoción. Continúa:

 — Luego de mucho tiempo pude saber de qué ave se trataba.

— ¿Y cuál era? Pregunté.

—Era un cardenal, es rojo y tiene un antifaz negro en el rostro—. El profe Yair se ahorra los nombres científicos con los que se comunica con su joven investigadora, los mismos nombres que ahora recitan las comunidades de las reservas.

En una de las reservas ecológicas de Ibagué, Rossi Marulanda, joven investigadora vinculada al proyecto, cuenta: “El trabajo con las comunidades es motivante. Parten casi de ceros y luego adquieren un conocimiento sobre las aves que es sorprendente. Me da alegría porque se concreta el propósito del acompañamiento. Por ejemplo, ya no dicen que vieron un pájaro X, pues conocen nombres científicos”

—Mira un Sinalaxis— exclama Eva, una de las mujeres en proceso de capacitación.

Rossi abre sus manos y mueve los hombros mostrándome cómo los hechos ratifican sus palabras.

La identificación de las aves del territorio ibaguereño se lleva a cabo mediante tres procesos.

* La observación y toma de registros: existen aves que jamás veremos volar bajo; por eso los investigadores les hacen un seguimiento con binoculares y las identifican, toman un registro visual y luego sistematizan sus observaciones.

* Las redes: se ubican mallas de manera estratégica en los territorios, que interrumpen el vuelo de los pájaros. Se capturan con delicadeza, con muchísimo tacto, se fotografían y, de ser necesario, por su particularidad, se les corta una puntita de su plumaje. Se les mide el desgaste de vuelo, la mudanza de plumas, la edad y el peso. Un proceso rápido, que para las aves no dura más de tres minutos, pero que es desgastante y arduo para los investigadores. Los horarios de trabajo para un ornitólogo como Yair empiezan antes de salir el sol y culminan cuando el sol cae.

* Reconocimiento auditivo: con la ayuda de tecnología, un ornitólogo puede percibir cantos de aves a distancia. El canto de un ave es como la huella dactilar de un ser humano. A partir del canto se constata la presencia del ovíparo, la sostenibilidad del territorio, las rutas de vuelo y demás.

 

El juego

 Por su estética, las aves se encuentran en todas las expresiones del arte. Una fascinación por ellas ha acompañado al hombre desde tiempos remotos. En el Medioevo, algunos hombres juraban que podían hablar con las aves mediante silbidos; decían ser escogidos por la naturaleza como sus mediadores.

Yair se comunica con las aves, se aproxima a ellas sin alertarlas, no sabe en realidad qué dicen, pero sí cómo suenan. Es un ornitólogo experimentado que, a puro oído y soportado en bases de datos de canto aviar, sabe cuál es la que canta.

Parece un niño explorador, agarra sus audífonos, los conecta a un dispositivo que maximiza las posibilidades de escuchar, y se adentra en los campos para oír con atención, tomar nota y a corroborar si suena lo que suena.

— ¿Cuál es ese pájaro, tan ruidoso? — Le pregunto.

—Esas son chicharras (se ríe). Ellas avisan el verano.

Yair toma unos aires de tranquilidad profundos, pareciese estar meditando. Cada trescientos metros, Yair anota en su libreta aquello que va escuchando. Mira al cielo y susurra. En el camino se encuentra con gente del sector y crea empatía con facilidad.

En menos de seis minutos, se hace amigo de un hombre de aspecto rural, quien nombra pájaros con nombres comunes y que, por las imitaciones que hace de su vuelo, Yair logra identificar. “Hay personas que carecen de formación, pero son observadores natos. Don José es uno de ellos, es un señor con una capacidad tremenda de percibir; esa es la gente que lo motiva a uno a conocer más y más”, agrega Yair.

El celular le vibra. Es Rossi. Ella desarrolla el reconocimiento de aves con la ayuda de las mallas, mientras el oído del profe se afina y detecta por otros cielos.

—Rossi me acaba de enviar esta foto. Esta ave no la conozco, debo ir a mirarla de cerca. Podría ser un…— Y despliega las posibilidades de nombres, todos en latín.

Mira su celular entusiasmado, camina más rápido; yo lamento no saber ni un nombrecito de pájaro para simular sincronía.

Profe, al verlo mirar el cel emocionado por la captura de un animalito, me recordó a los muchachos de la U jugando Pokemon Go.

Yair Molina se ríe y acelera sus pasos. De espaldas parece un boy scout, pero es un hombre con estudios de doctorado, un hombre que estudia y comprende la interacción entre la adaptación morfológica, la diversidad genética y el canto en aves. El doctor Yair Molina sabe que su pasión personal, el avistamiento de aves, es una de las apuestas turísticas del país y quiere, a toda costa, que el Tolima esté a la altura; a la altura de los que vuelan. Yair tiene a las aves cruzándole el alma, aparte de estudiarlas también las disfruta, son ellas las musas de sus dibujos en acuarela.

 Por: Germán Gómez Carvajal, Productor de contenidos, Unibague.

 

1Gustavo adolfo Garces, Poeta.

 

Visto 2442 veces Modificado por última vez en Lunes, 12 Marzo 2018 16:49

Lo último de Yair Molina, Director del programa Biología Ambiental, Unibagué.

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