Viernes, 05 Abril 2019 15:58

La investigación a pesar de la dictadura chilena

Escrito por
Valora este artículo
(0 votos)

 

Marco Tulio Núñez González


Autores favoritos:

Haroki Murakami y Martha Grimes

Artistas preferidos:

Violeta Parra y Víctor Jara

Tipo de cine predilecto:

Series españolas como La casa de papel y Merlí

La segunda mitad del siglo XX fue muy particular en cuanto a los procesos políticos en Latinoamérica, sobre todo en el cono sur, donde se libraba una fuerte lucha social a raíz de la dictadura de Augusto Pinochet, aquel obstinado líder que pasará a la historia incluso por frenar la ciencia, como lo vivió el investigador chileno Marco Tulio Núñez González.


Él y su esposa, Cecilia Hidalgo, comparten ese nefasto capítulo de la historia, pero, también, su ímpetu y su conocimiento en distintas ramas de la ciencia. Ser llamados Miss Calcio y Mr. Hierro, más que una cariñosa casualidad propiciada en un artículo periodístico décadas atrás, constituye un homenaje a sus virtudes profesionales.

Estos apelativos se deben a que ella se detuvo en analizar el aumento del calcio en las células y sus respuestas en condiciones normales y patológicas, mientras que él ha basado su búsqueda en los quelantes de hierro para tratar enfermedades neurodegenerativas. Así avanzan sus días y sus noches, entre investigaciones, nietos e invitaciones.

Precisamente, Unibagué es uno de esos sitios que han acogido a la pareja. Aquí, cada quién habló de lo suyo, por ejemplo el Dr. Marco Tulio, bioquímico graduado de la Universidad de Chile (en 1973) y doctorado en Ciencias Biomédicas de Massachusetts Institute of Technology (MIT), en Boston (Estados Unidos - 1979).

Tan pronto obtuvo su título de pregrado, debió abandonar el país. “Estábamos empezando carrera como profesores, todo el mundo se conocía y la polarización era tan grande, que todo el mundo sabe lo que uno pensaba. No nos renovaron el contrato, así que quedamos sin trabajo y nos fuimos a Estados Unidos”.

Dejó un gobierno autoritario, que despreciaba la ciencia, para instalarse en una de las máximas potencias del mundo. Se unió a otro grupo de investigadores que escapaban de la dictadura y desarrolló muchos proyectos, primordialmente de orden académico: “Tuve mucha suerte de llegar a MIT, un centro excelente de investigación, y luego a la Escuela de Medicina de Harvard, en la que aprendí, y todo eso para mí fue aprender cosas que el resto de mi vida he aplicado”.

Fueron al menos 10 años de estadía, entre su formación doctoral y los estudios que iniciaban sobre el tema que hoy lo tiene en la órbita de la ciencia (los quelantes), para volver a su país, cuando la situación política había mejorado, para propender por el bienestar de la investigación en una república que, según admite, “está excelente, muy bien en investigación. Es el país en Latinoamérica que más publica por persona”.

 



El tema actual

Su preocupación radica en detener la degeneración de las neuronas que deriva en el Párkinson. A este punto del camino llegó por casualidad, orientado por el profesor Irving M. London, en su etapa en el MIT. De empezar a investigar el metabolismo del hierro y tomar membranas empezó esta inquietud, hasta enfocarse en estudiar el receptor de la proteína transferrina y su entrada a las células.

“Ahí empezó el hierro. Usted ve mis publicaciones, y más de 95 por ciento de mis papers tiene la palabra hierro en el título. Una vez que agarré los estados de transferrina me quedé viendo cómo el hierro pasaba a la membrana. Los estados de la transferrina habían quedado en mi cabeza y en ese tiempo empezaba a describirse la endocitosis de transferrina y cómo esta entraba a las células… Ahí me hice biólogo celular”, confiesa.

Pasó a examinar la absorción intestinal del hierro, elemento del que empezó a comprender su relación con las enfermedades neurodegenerativas. Se convirtió, de ahora en adelante y de manera definitiva, en su mayor interés, desde ese momento, pasando por el regreso a Chile y la regeneración, en 1985, de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt).

No se considera neurocientista; además, admite que con el tiempo la vocación del investigador se transforma. “Cuando uno se hace viejo, no hace investigaciones solo por hacerlas, sino que sea algo de utilidad. Ahí entraron los quelantes de hierro, porque esas células en el Párkinson tienen un fenotipo de acumulación de hierro, algo les pasa y se debe mantener niveles de hierro adecuados, pues es muy tóxico cuando está en exceso. Genera radicales libres y eso mata la célula”.

No se trata de frenar completamente el Párkinson, porque cuando se puede detectar ya ha muerto el 70 por ciento de las células, pero sí es posible detener esa muerte del porcentaje restante. “En el cerebro no hay generación de células nuevas, salvo las olfatorias y las del hipocampo, pero son centros muy pequeños”, describe.

En dicha investigación ha trabajado con Olimpo José García, director de Investigaciones de Unibagué, de quien admite su habilidad para emplear cumarinas, “es el que más sabe de ellas y de síntesis”. Se trata de compuestos químicos que ayudan a disminuir la enzima Monoaminooxidosa (MAO-B), por medio de la entrada a la mitocondria de las células, donde se almacena el hierro, donde está toda la capacidad de causar la muerte de las neuronas y donde pueden ser “muy efectivos”.

Y queda tiempo

Es increíble que con toda su actividad cotidiana aún quede tiempo para la familia y para otras ocupaciones. Increíble, pero cierto. Tiene 73 años y confiesa con toda satisfacción que “he pasado todas las etapas de mi carrera. Además, me gusta trabajar en madera y tengo un taller en el que paso mi tiempo libre. Sí hay tiempo para eso. Uno en estas cosas (labores) de investigación, se va en la mañana y llega tarde sin ganas de nada”.

“No hay cultura de que tengas una segunda vida. Eso hay que implantarlo y ojalá en Ibagué eso no se pierda. Allá (en Chile) todo es tan competitivo que todo el mundo trabaja mucho más de lo que debe (…). Tengo hijos y nietos, la cría es la parte dura, porque cuando están pequeños hay que manejar las enfermedades y enseñarles los valores, pero después, al casarse, ya todo es hasta que llegan los nietos. No hay obligación de criarlos, pero sí hay disfrute. Los abuelos son siempre las buenas personas”, admite.

Es su primera vez en la Universidad de Ibagué. Sobre ella resalta el empuje de la Dirección de Investigaciones, a cargo del profesor García. Avizora una alma máter con departamentos de Biología y Química, cada una con sus edificios y laboratorios. “Hay gran capacidad de trabajo, de la gente con la que he conversado, como para llevar a cabo investigaciones que tengan mucho sentido”.

Marco Tulio Núñez es un hombre con mucha energía, tal vez no tanta como la de su esposa, como lo confiesa, pero sí la suficiente como para seguir en sus labores administrativas y de laboratorio en su país, escribiendo, haciendo cosas. Anhela el momento en que, ya sea por rutina, por necesidad o por decisión, pueda disfrutar más tiempo con la familia, tal vez repasando de nuevo talentos como del de la música, con el que conquistó a doña Cecilia antes de esa cruel época en la que su país cambió y en algo se transformó, tanto, que en la mesa con sus hijos casi que no se habla de otra cosa que sea ciencia.

Por: Hernán Camilo Yepes, Productor de contenido, Unibagué.

Visto 1038 veces Modificado por última vez en Martes, 09 Abril 2019 22:50

Medios

Más en esta categoría: « Una historia de cocodrilos