Viernes, 16 Marzo 2018 16:38

La tierra del brillo

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Mary Andrea Martínez


Hobbies:

Dibujar, tomar fotos, pasear en bici

Artistas favoritos:

Nicky Jam, Maluma, Piso 21, Juanes

Peliculas favoritas:

Guardianes de la Galaxía, Superman, Batman


Mary es una cartagenera sin acento caribe. “Desde muy chiquita vivo en Ibagué, mis recuerdos son desde aquí”, dice. Tiene en el habla la cadencia propia de los tolimenses. Llegó siendo una niña al Tolima en condiciones económicas no muy favorables, producto de un matrimonio fallido. Ella, junto a su familia, gente creativa e innovadora que retuerce la realidad y la transforma, se abren caminos más cómodos, más gratos. En sus estudios de Arquitectura en la Universidad de Ibagué se ha destacado por la pasión con que afronta su carrera, su ímpetu por aprender y por llegar a clase con casco de bicicleta o de obrero. Colores y formas distintas entre casco y casco que la muestran diversa, pero siempre activa.

“Cuando llegamos de Cartagena lo único que teníamos era juguetes, muchos muñecos. Mi hermana, mi hermano y yo teníamos con qué jugar, eso era todo. Llegamos a dormir todos en un cuarto en casa de mi abuela materna, aquí en Ibagué”. Su hermana mayor vive en Brasil y su hermano cursa estudios de doctorado en condición de becario. El rostro se le ilumina cuando habla de sus hermanos: “Mis hermanos son muy inteligentes, juiciosos, ¡nos inventábamos unas cosas…!”.

Y es que ellos, el trío de hermanos venidos de la costa, estaban acostumbrados a jugar y nada les quitaría esa costumbre. “Recuerdo que una prima no muy afable tenía un Tío Rico, ese juego de mesa que para nosotros era carísimo; junto a mis hermanos compramos cartulinas, témperas e hicimos un Tío Rico tan bonito, que luego mi prima nos ofreció cambiar el real por el de nosotros. Nos reímos y aceptamos el cambio. Luego su papá, mi tío, nos dijo que éramos unos vivos y dañó el trato”.

Como la Arquitectura se le hizo esquiva en un principio, estudió Dibujo Arquitectónico en la Universidad del Tolima, terminó su proceso y como no había claridad en su futuro académico, se lanzó hacia su sueño por otra vertiente, por otro punto de inicio: se inscribió en el Sena a estudiar construcción, pues era consciente de que no quería inactividad, quería aprender, hacer, crear, pensar.

Sus compañeros del Sena la miraban con asombro, porque ella es menuda, de tez limpia, de manos cuidadas y de ojos verdes. Cuando el sol se ensaña en Mary, sus ojos cambian de color y su piel se tuesta, pero su deseo no se destiñe. Aprendió a mezclar, pañetar y solucionar humedades en paredes y demás cosas del oficio de albañil. Fue tanta su entrega por ser y hacer realidad los planos que plasmaba en el papel, que su familia le dio el aval para que cumpliera su sueño de prepararse como arquitecta, y por la Universidad de Ibagué su vivacidad se siente.

Mary está seducida por la arquitectura bioclimática, una corriente que se compone de estructuras teniendo en cuenta las bondades de la naturaleza, sus curvas estilísticas y la energía del sol; casas responsables con el medio ambiente que, si bien su costo de construcción es elevado, resultan siendo una inversión óptima, ya que su sostenibilidad, al estar conexas al entorno natural, reduce costos hasta del 80 %.

El pedaleo no duele ni huele

Se pensaría que Mary anda en bicicleta por conciencia ambiental, esa misma que la inquieta en lo académico, pero ella es una mujer sin rodeos, lo hace simplemente por reducción de costos. “La bicicleta me reduce gastos, a la Universidad debo venir, en ocasiones, tres veces al día. Estaba trabajando en el centro y movilizarse se traduce en dinero”. Mary habla con desparpajo y alegría, sin picos ni caídas en su timbre de voz; habla con la misma entonación de situaciones tensas, movidas o satisfactorias: “Hace poco me arrolló un carro”, “soy anósmica”, “he trabajado ya con arquitectos en Neusa”, “me estoy volviendo vegetariana”... Todo, pese a su diferente emocionalidad, lo arroja con risa al final.

Ha tenido dos ‘bicis’ en su vida. Una es prestada por el papá de una amiga con la que duró bastante tiempo y fue arrollada por un carro, y que la devolvió arreglada y con pena. La segunda, la de ahora, se la vendió un vecino por un precio irrisorio y a cuotas. Ella tiene una relación especial con sus bicicletas, de ahí que tenga una actitud agradecida con el vehículo. “Ando con mi ‘bici’ a todas partes, donde está mi bicicleta estoy yo, y donde estoy yo, está ella”.

— Soy anósmica.

— ¿Eres qué?, le pregunto.

— Anósmica. No tengo olfato. No siento olores.

— Jodido eso, ¿no?

— Pues tiene sus ventajas, haciendo trabajos de la universidad me di cuenta de eso.

— ¿Cómo?

— Imagina: estábamos trabajando con temperas y óleos, al parecer muchas de las pinturas tenían un alto grado de descomposición y yo seguía trabajando muy normal, inmune. Mis compañeros me miraban y se reían, ahí el rollo de ser anósmica se confirmó.

Con uno de los sentidos afectados, pero con los otros acentuados, Mary es una mujer talentosa y enigmática, que ‘ningunea’ lo explícito. “He tenido diarios, pero no para escribir lo que me pasa. Mis sentimientos o anhelos los dibujo, por eso mi diario es y ha sido siempre gráfico”.

Con un éxodo forzado desde Cartagena, Mary y su familia encontraron en la Capital Musical una tierra de brillo y de oportunidades, un suelo que los ha visto crecer. Mary, con pedaleo, con sus plumones, con sus líneas, con sus cascos, empieza a erguirse como una futura arquitecta notable, como una mujer infatigable.

— ¿Qué día descansas?

— Ninguno. Estudio en la U entre semana y los sábados y domingos en el Sena, de 6:00 a.m. a 6:00 p.m.

—Ah…

Mary se ríe de mi asombro, sacude su mano como seña de despedida. Se va.

Por: Germán Gómez Carvajal, Productor de contenidos, Unibagué.

 

Visto 1813 veces Modificado por última vez en Viernes, 05 Abril 2019 20:49

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