Luego de haber pasado casi cinco años de mi vida deambulando entre la Facultad de Derecho, la biblioteca, Bienestar Universitario yelpelódromo, como se conoce popularmente el Patio de Banderas, e intentado no perderme en el bloque de Ingenierías, me pregunto ¿por qué, pese a que llueva a cántaros, tenga clase de madrugada o me toque en ingeniería, en el escenario más caótico, siempre he disfrutado indescriptiblemente llegar a la Universidad?

Intentando contestar esa pregunta, ya casi termino materias y debo confesar que aúnno tengo la respuesta exacta. Pero como diría un abogado, en mi defensa argumentaré que luego de haber visitado otros campus universitarios, aquellos recintos cuasi griegos del conocimiento colombiano, resolví favorablemente mi cariño por los no negociables.

No yendo muy lejos, y como siempre sobre la hora para ir a clase, me encuentro a los del palo de mango, que tienen una visión de apropiación particular frente a un árbol y han hecho del espacio, su espacio. Ojalá y los demás aprendiéramos…

No negocio, ni porque me paguen, las ardillas de la Universidad, esas sí que son hermosas; entre las ceibas y los guaduales se la pasan de correteo en correteo. Eso en otras universidades no se ve, porque los inundan las selvas de cemento y los letreros de matrícula ya, porta el carné, inscríbete y haz tus sueños realidad, bla, bla, bla... Aunque aquí también hay letreros, tenemos un campus que nos favorece un montón. Quizá por eso mechas y su combo no se ausentan del lugar.

Para finalizar, y entendiendo que mi mirada no recoge la de todos, pregúntese usted ¿qué no negocia de la Universidad?,y si no encuentra respuesta inmediata, no se preocupe, yo curso quinto año de Derecho y ahora vivo encantada con la indisciplina de los niños del Atelier.