Viernes, 16 Marzo 2018 20:51

Educar niños felices y seguros

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Invertir en la infancia es más barato para una sociedad que invertir en adultos con problemas resultantes de sus experiencias tempranas. La ciencia ha demostrado que durante los primeros tres años de vida del ser humano, en su cerebro acontece el mayor desarrollo que marcará los siguientes años. En parte, este desarrollo dependerá de su relación con el contexto próximo.

Las concepciones contemporáneas de infancia consideran a los niños como sujetos de derecho; no obstante, a través de la historia, infancia y derechos han transitado por caminos separados, lo que se refleja en prácticas de cuidado y de crianza centradas en la perspectiva del adulto y no en las necesidades de los niños, así como en estilos autoritarios de padres que deciden por sus hijos de acuerdo consus experiencias y creencias sobre cómo educar y que, en ocasiones, desconocen lo que el niño necesita para crecer con bienestar. Estas prácticas, mediadas por discursos culturales, llegan a configurarse en diversas formas de maltrato que agreden a los que serán el futuro de cualquier nación.

 

 

En los últimos años la UNICEF ha reportado en sus informes que los derechos de la niñez en el mundo son vulnerados de manera sistemática. Esto destaca la urgencia de un enfoque de corresponsabilidad entre Estado, comunidad y familia (Bonfrenbenner, 1987).

 

 Ante ese panorama, para el 2016, en Colombia se estableció la política pública De Cero a Siempre, a través de la ley 1804, que busca garantizar el desarrollo integral de la primera infancia entre los cero y los seis años de edad. Esto incluye a los cuidadores principales y secundarios (padres, abuelos, vecinos, maestras de jardines infantiles, niñeras, entre otros), y considera la calidad del cuidado que los niños reciben y la calidad de los espacios donde se producen las interacciones, como elementos fundamentales para el desarrollo de los niños (sala cuna, guardería, centros de cuidado infantil, entre otros).

De acuerdo con la teoría del apego, la calidad de los entornos y de las interacciones depende de los comportamientos de los cuidadores para responder a las necesidades de los bebés y de los niños y apoyar su proceso de desarrollo. En esa medida, un cuidado de baja calidad donde el adulto no responde, debido a creencias culturales, falta de conocimiento y situaciones estresantes, tiene un impacto negativo sobre la representación que el niño construye de sí mismo, de los otros y de su entorno, que posteriormente se verá reflejada en comportamientos desagradables o desorganizados del niño.

Por el contrario, un cuidador que  establezca límites apropiados para la edad del niño, pero que, además, demuestre estar disponible para él, permitiendo el contacto físico, demostrando agrado en la interacción con él, apoyando su regulación emocional, entre otras características, aportará a la formación de un ser humano que a largo plazo tendrá la capacidad de reconocer en el otro las emociones, de sentirse seguro en las relaciones con los otros, de ejercer su autonomía y de desarrollar un sentimiento eficaz para actuar sobre el mundo. De esta manera, los comportamientos de los adultos protegen a los niños de los efectos del estrés, brindando un cuidado de calidad.

Referencias

Alarcón Parra, Constanza Liliana (coord.). (2016). De cero a siempre. Estrategia de atención integral a la primera infancia. Fundamentos políticos, técnicos y de gestión. Bogotá DC, Cundinamarca, Colombia.
Bonfrenbenner, U. (1987). La ecología del Desarrollo Humano. Barcelona, España: Paidós Transición.

 

Visto 1105 veces Modificado por última vez en Martes, 22 May 2018 15:59

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