Jueves, 27 Septiembre 2018 16:15

El cultivo de la verdad

Escrito por
Valora este artículo
(0 votos)

Reseña de una compleja obra editada por la Universidad de Ibagué, fruto de más de cuarenta años de investigaciones de uno de los pensadores sistémicos latinoamericanos más destacados de la época actual, Ramsés Fuenmayor, quien es co-fundador junto con Hernán López-Garay de la Sistemología Interpretativa, una corriente de pensamiento sistémico latinoamericana reconocida mundialmente.

Ramsés Fuenmayor, en su libro El cultivo de la verdad (2016), cuenta que en la mitología griega, Lethe (Lete) era el nombre de un río  en la región del Hades[1] en el que las almas, al morir, antes de ser reencarnadas, bebían de esas aguas, lo que causaba que perdieran toda memoria sobre su vida pasada. Los  sabios debían beber de las aguas de otro río llamado Mnemosin, con el fin de asegurar una adecuada trasmigración de sus almas. Para Fuenmayor, el fondo ontológico de la grave crisis que viven actualmente las sociedades occidentales y occidentalizadas del presente -crisis que se manifiesta en un empobrecimiento y fragmentación cada vez mayor del sentido de lo que acontece  en nuestra vida y en la vida en su  totalidad- está condicionada y posibilitada por el olvido del olvido de nuestro ser.

Para comprender lo que esto implica, imaginemos primero que el devenir de la cultura occidental ha estado marcado por una serie de épocas sucesivas, cada una caracterizada por el surgimiento, desarrollo y decaimiento, hacia las aguas del olvido, de una forma particular de ver y darle sentido unitario y total a la existencia (acorde con esa forma de ver), para ser luego seguida por el surgimiento, desde el olvido de la época anterior, de una  nueva época (como si la cultura se re-encarnara poco a poco en otra forma de ser y de existir y de darle sentido a la vida como un todo). Por ejemplo, en el Medioevo, el  mundo era concebido como una creación divina y todo tributaba a ese gran creador. El hombre vivía para ganar el cielo y poder al morir irse a sentar a la diestra de Dios Padre. Todas sus acciones debían encajar en ese orden divino y en el mismo encontraban pleno sentido.

Ahora bien, lo que ayudaba a alumbrar el surgimiento de una nueva época era la permanencia en la cultura de un cierto afán de hacer sentido holístico. Sin embargo, nuestro presente se diferencia fundamentalmente de ese devenir epocal en dos sentidos.

 

Primero, porque desde el decaimiento y el olvido de la última época -la época de La Ilustración y el gran proyecto racional del progreso (hacia mejor) de la humanidad-, no ha surgido una nueva época; es decir, no ha surgido una nueva forma de ver y darle sentido holístico (total y unitario) a la existencia. No obstante, esta condición de ausencia de sentido holístico no se vive como carencia. Simplemente, ya no hay afán de hacer sentido holístico. La falta de su práctica lo ha condenado al olvido. Segundo, no solo hemos olvidado hacer sentido holístico de la vida como un todo.  Además, hemos olvidado cómo hemos llegado a esta condición de olvido. En este doble olvido se encierra el mayor peligro que representa la crisis del presente (como veremos más adelante).

Para comenzar a dimensionar lo que esto significa para una sociedad o una cultura en general,  veamos primero lo que significaría para un individuo. Citando al autor:

Supongamos que María pierde la memoria. Esta cuasi persona sin-memoria dejó de ser la María que era. Mientras no recupere la memoria no es nadie o casi nadie. Es un ser desconcertado que no puede hacer sentido de lo que le rodea ni, mucho menos, de una vida que, para sí, no ha vivido. [Pero si] mediante un proceso de entrenamiento didáctico se le logra enseñar a María su propia historia (o la de otra) y esa historia da cuenta de la circunstancia presente, María logrará la re-apropiación de sí (no importa que la memoria no haya sido la suya original pero que pueda dar cuenta de su presente). [Énfasis añadido]. (Fuenmayor, 2016)

 



Como María, la cultura occidental actual es una cuasi-cultura, una cultura enferma, una en la que los seres humanos vivimos una condición de desorientación ontológica, que se manifiesta en la  pérdida de la capacidad de hacer sentido de lo que nos  rodea y de la vida como un todo. Pero, según nos dice  Fuenmayor, más grave aún es nuestra condición amnésica actual. Esta condición de pérdida de la memoria nos ha llevado a actuar  y acentuar modos de ser que refuerzan la condición de pérdida de la memoria. Estamos atrapados pues en una trampa histórica letheal de nuestra propia hechura[2].  Es letheal  porque el olvido es letal ya que nuestra particular condición amnésica actual está generando las condiciones de posibilidad  de la destrucción no sólo de la esencia de lo humano[3] sino de la posibilidad misma de la vida entera  en la tierra.

 

De lo dicho se deduce, entonces, que el reto histórico fundamental del presente  es el rescate de nuestra humanidad, o equivalentemente el de recuperar la memoria. Y esto involucra, como en el caso de María, un proceso educativo que nos permita dar cuenta de cómo hemos llegado a ser lo que somos.

 

No es un proceso educativo cualquiera. Es uno que facilite nuestra re-apropiación de si (equivalentemente es un proceso educativo que permita darnos cuenta de que estamos entrampados y descubrir  la forma de la trampa). ¿Qué o quiénes pueden jugar esta labor educativa fundamental de ayudarnos a beber de las aguas de Mnemosin? Pues justamente los sabios, si por sabios entendemos aquellos dedicados en cuerpo y alma al cultivo gradual del des-olvido. En términos de la famosa alegoría de la caverna de Platón, el sabio es aquel que ha logrado tras un lento y penoso proceso de des-olvido salir de la caverna.  Y allí afuera, finalmente, en la apertura entre cielo y tierra entonces, en el espontaneo y agradecido ejercicio de su saber-recuperar la memoria, el sabio regresa a la caverna a educar a los prisioneros. Surge entonces la pregunta: ¿Qué o quienes podrían hoy día encarnar ese rol, y llevar a cabo esa misión?

Al respecto, el autor nos dice:

Como veremos a lo largo del libro, la necesidad histórica del des-olvido -el des-olvido que conduciría al enriquecimiento  e integración del sentido del acontecer- en la época del fin del Occidente, la del máximo olvido [la del olvido del olvido de nuestro ser], debe convertirse  en la forma epocal  del cultivo de la verdad [alethia, que en griego antiguo significa  des-olvido] y, por tanto, en el designio epocal para la institución universitaria del presente. [Énfasis añadido]. (Fuenmayor, 2016, p. 29)

¿La institución universitaria? Pero dicha institución parece ser la menos preparada para ello, pues a pesar de que desde sus orígenes en la proto-universidad platónica de la Academia su rol ha sido el cultivo de la verdad/des-olvido, no obstante hoy día esta  institución se encuentra seriamente amenazada, pues en su seno se está  produciendo dramáticamente la inversión de su rol: en su seno se despliega la extinción del cultivo de la verdad. 

 

Las reflexiones fuenmayorianas han conducido a revelar el cultivo del des-olvido como misión epocal  para la universidad. Pero es un reto magno el que la época le hace a esta longeva institución tan seriamente amenazada por las fuerzas epocales del olvido. ¿En qué consiste específicamente el reto y cómo el asumirlo puede ayudarnos a salir de letheal, la trampa epocal que amenaza la esencia de lo humano y la vida entera?


Proponemos que la respuesta universitaria ante tal amenaza mortal [la extinción del cultivo de la verdad] no puede ser otra que un gran esfuerzo reconstituyente; un esfuerzo tal que, re-encontrándose con su misión histórica, con el cultivo de la verdad, adquiera la forma epocal requerida por tal misión: la siembra de una semilla muy especial. Se trata de una semilla que, si lograra germinar y prosperar en el suelo cultural, permitiría el escape de la mayor trampa… a la que se ha sometido, no solo la Universidad, sino todo el devenir de la cultura Occidental y sus ramificaciones occidentalizadas… La fuga de la trampa constituiría la “re-apropiación histórico-ontológica de nosotros mismos” (Fuenmayor, 2016, p. 29) y permitiría la recuperación del sentido del acontecer...

La semilla que la institución universitaria tendría que generar y  sembrar en el espacio cultural empobrecido del presente es ni más ni menos que la de una o varias nuevas narrativas históricas que contarían de nuestros orígenes y de cómo hemos llegado a ser lo que somos. Para su generación, la comunidad universitaria como un todo  tendría que embarcarse en un viaje de búsqueda de comprensión de la forma de la trampa y de las vías de salida de ella. Sus descubrimientos serían difundidos narrativamente al resto de la sociedad, de forma tal que los ciudadanos pudiesen irse apropiando de la narrativa, practicándola en la vida diaria e incluso contribuyendo a su despliegue.

Pero, de nuevo surge la  duda: ¿Puede una institución que ha abandonado en buena medida el cultivo de la verdad, impulsada fundamentalmente por una voluntad de mercado, asumir con algún éxito el reto ya mencionado?  Sirvan  tal vez de inspiración y ayuda a inclinar la balanza a favor de aceptar el reto, las palabras del poeta Hölderlin: “donde está el peligro crece también lo que nos salva” (1995, p. 395).

 

Referencias
Fuenmayor, R. (2016). El cultivo de la verdad. Ibagué, Tolima, Colombia: Ediciones Unibagué.
Hölderlin, F. (1995). Hölderlin. Poesía completa. Barcelona, España : Ediciones 29.

[1]Región que en la reinterpretación cristiana de dicha mitología fue nombrada el Infierno.
[2]Término del autor de esta reseña.
[3]El rasgo que más propiamente diferencia lo humano  de los demás seres [es]: La capacidad de hacer sentido [holístico] del acontecer. (Fuenmayor, 2016, p. 21).

Visto 924 veces Modificado por última vez en Miércoles, 07 Noviembre 2018 23:12

Medios