Martes, 15 Octubre 2019 13:15

¿Quién dijo miedo?

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Recordé el día de hoy una discusión que tuvimos con los estudiantes del programa de Ciencia Política de la Universidad de Ibagué, mientras analizaban  el documental (Klein, 2009) basado en el libro La doctrina del Shock: el auge del capitalismo del desastre de Naomi Klein (2007), en  el que se refleja cómo los momentos de pánico generados por las escenarios de crisis permitieron a los pensadores neoliberales de la época implementar de forma gradual su modelo económico en diferentes partes del mundo.

En esta discusión mis estudiantes mencionaban, muy acertadamente, que gracias al miedo es que los seres humanos han podido generar diferentes procesos de transformación del mundo, debido a que el miedo impulsa de alguna forma a que se den cambios conducentes a encontrar momentos de tranquilidad, y es que no hay nada más humano que sentir miedo, tal y como lo menciona Manuel Castells (2015), en una de sus magistrales conferencias hablando sobre comunicación y poder, aquellos que alguna vez no sintieron miedo fueron devorados por los más grandes; dicho de otra manera, todos aquellos que hemos podido sobrevivir a lo largo de la historia se lo debemos en gran parte a esa emoción primaria que denominamos miedo.

 

Esto lo venía pensando particularmente el día de hoy, porque en el presente escenario de campañas electorales y estrategias políticas el miedo se nos presenta como un posible factor determinante a la hora de decidir por quien vamos a votar. Para Martha Nussbaum (2014), la filósofa estadounidense que nos permite explorar las emociones políticas, el miedo puede ser positivo en la medida en que de ser razonable nos puede proporcionar una buena orientación, incluso importante para el derecho, como lo explica con la doctrina del miedo razonable, en razón a que la reflexión sobre lo que nos produce miedo es una guía para la elaboración de las leyes.

Sin embargo, aunque el miedo puede ser útil e impulsar, como planteaban los estudiantes de Ciencia Política, procesos de cambio positivos para la humanidad, es necesario tener ideas bien cimentadas sobre lo bueno y lo malo desde el punto de vista colectivo, pues de lo contrario como afirma Nussbaum (2014), las reacciones de miedo pueden ser equivocadas en múltiples sentidos, el miedo puede cegarnos y apartarnos de nuestro pensamiento más crítico llevándonos a pensar en favor de nuestros intereses particulares.

De hecho, de acuerdo con Nussbaum, este punto es particularmente grave si nos preguntamos por la manera en la que hoy día nos informamos. La epoca de las plataformas digitales, los celulares inteligentes y redes sociales como Facebook, Twitter, Instagram, entre otros, son los puntos de encuentro en donde millones de personas expresan sus opiniones y comparten una gran cantidad de información a tan solo un clic de distancia. Es en este universo infinito de información en donde se contruyen los cimientos de lo que es bueno o malo para nosotros; y, es particularmente grave porque gran parte de esa información es manipulada, cesgada, malintencionada y en muchas ocasiones totalmente falsa, lo que hoy día conocemos como Fake News, noticias falsas (Nussbaum, 2014).

Es así que construimos nuestras posturas, nuestras decisiones y acciones, tanto en los asuntos públicos como en los privados, tomamos partido frente a diversos contenidos y de la misma manera reaccionamos; lo que aquí nos debemos preguntar es ¿qué tan bien cimentada está esa concepción sobre lo bueno y lo malo que plantea la filosofa estadounidense?, y no se trata de dar mi punto de vista sobre lo que creo que es bueno o malo, sino el peligroso proceso que permite a un colectivo definir patrones negativos o positivos  en una sociedad democrática que desemboca muchas veces en decisiones perversas de quienes nos gobiernan.

En este sentido, el miedo es más que una emoción primitiva una emoción política que se convierte en una herramienta con fines electorales. Entonces, la configuración de la opinion pública es reemplazada por una emoción que muchas veces, apelando al miedo, nubla nuestra visión restringe nuestra capacidad crítica, asume como verdades absolutas diferentes posturas que van de lado a lado del espectro político, acude a diversos discursos, como el miedo a convertirnos en Venezuela, la expansión del castrochavismo o la simple idea de un rayo homosexualizador que se divulgó en redes sociales en época del plebiscito.

En fin, el miedo debe ser razonable para ser útil. En consecuencia, es necesario ser responsables a la hora de informarnos, pues es un riesgo navegar en este océano de información sin detenernos siquiera a identificar las fuentes o su posible veracidad. A expensas de nuestra vulnerabilidad frente al manejo de la información, las campañas políticas juegan a generar miedo en el electorado, muchas veces con la llamada política de la guerra sucia, cargada de información falsa,pararepuntar en las encuestas.

Sin dudarlo un ápice, el miedo debe ser nuestro aliado, como lo ha sido en muchos momentos de nuestra historia, el miedo a los malos dirigentes, a la corrupción, a la pobreza, a la desigualdad social y a la guerra o el miedo a perder la oportunidad de elegir a buenos gobernantes que respondan a los intereses de un pueblo. Es necesario estar bien informados, cimentar nuestras posturas independientemente de la tendencia política de manera responsable y, finalmente, elegir el proyecto político con el que nos identifiquemos, eso sí, pensando siempre en un mejor pais. ¡Tengamos miedo de estar cada vez peor!


Referencias

Castells, M. (2015). Comunicación y poder en la sociedad red. Videoconferencia disponible en: https://youtu.be/IPLg73I11A4, Universidad Diego Portales, Valparaíso (Chile).

Klein, N. (2007). La doctrina del shock: el auge del capitalismo del desastre. Barcelona, España: Paidós Ibérica.

Klein, N. (2009). La doctrina del shock.New York (USA): Sundance Institute. Disponible en: https://youtu.be/KLu7aAPhxAk. Obtenido de https://youtu.be/KLu7aAPhxAk

Nussbaum, M. C. (2014). Las emociones políticas ¿Porqué el amor es importante para la política? (A. Santos Mosquera, Trad.) Barcelona, España: Paidós.

 

 

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