Miércoles, 09 May 2018 20:09

Una democracia anómala

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Colombia es el único país del continente que ha padecido un conflicto armado interno tan extenso en el tiempo. Mientras que en otros países de la región, la existencia de grupos guerrilleros rebelados contra el Estado hizo parte de una época muy específica, ligada al escenario de posguerra, en Colombia los orígenes de la confrontación interna se remontan a los primeros conflictos por la tierra en el marco del reformismo característico de la Revolución en Marcha, pasa por el periodo conocido como La Violencia que se inaugura con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, trasciende hasta los años sesenta con la conformación de las FARC-EP y el ELN y, posteriormente, con la creación del M-19 y otras organizaciones subversivas en el entramado del Frente Nacional, se despliega y agudiza en los años ochenta y noventa del siglo pasado, hasta llegar a su última etapa de repliegue y negociación que termina con el acuerdo de paz firmado entre las FARC-EP y el gobierno de Juan Manuel Santos en La Habana.

No obstante, el régimen político colombiano ha mantenido y desarrollado varias de las características típicas de una democracia formal en todo el siglo XX, lo cual ha servido para alimentar la narrativa oficial según la cual “la colombiana es la democracia más antigua y estable de la región” (Gutiérrez Sanín, 2013, pág. 11). Entre la idea idílica de una democracia perfecta y madura y aquella interpretación en la que el término no es aplicable a Colombia, se puede ubicar la tesis defendida por Gutiérrez (2013)

En este texto, el profesor Gutiérrez plantea una interpretación y explicación de lo que él considera es un elemento constitutivo de la personalidad histórica de nuestro país, la anomalía colombiana: “el que haya sido prácticamente el único país de América Latina que pueda vanagloriarse de cien años de democracia casi sin excepciones, pero que a la vez haya sufrido niveles tan altos y persistentes de violencia” (Gutiérrez Sanín, 2013, pág. 11). La existencia de elevados niveles de represión en un régimen democrático, contradice la teoría que defiende la idea según la cual la presencia de la democracia eleva los niveles civilizatorios y por tanto disminuye el grado de represión del régimen político. Por ello, vale la pena preguntarse ¿qué tan democrático es realmente el régimen político colombiano? 

 
Cultura política y elecciones

Una aproximación a la respuesta a este interrogante puede encontrarse en los rasgos de la cultura política colombiana, que se desprenden de la Encuesta de Cultura Política, realizada por el Danecada dos años. Aunque la Encuesta aborda gran cantidad de ejes de discusión, centraré la atención en la percepción ciudadana sobre el sistema democrático colombiano.

Los resultados para 2017 parecen ir en dirección similar a lo planteado por Gutiérrez: el régimen es democrático, pero estamos en una democracia débil, incompleta, frágil. Apenas un 29,3% de los encuestados consideran que el sistema político colombiano es democrático. Entre tanto, el 15,1% lo considera de forma clara como No democrático. La mayor parte de la población se ubica en una posición intermedia: el 55,6% manifiesta que el país es medianamente democrático. Es decir, la mitad de la población reconoce la existencia de algunos de los rasgos de una democracia formal en la vida política del país, pero no están totalmente conformes con el grado de democracia del régimen. 

De otro lado, llaman poderosamente la atención los resultados por regiones. Mientras que en la Costa Atlántica encontramos el mayor porcentaje de personas que consideran que el sistema político es democrático (40,3%), Bogotá es la región más pesimista frente a la calidad de nuestra democracia: apenas el 16,3% piensan que el país es democrático; de hecho, esta percepción cayó en 2017 frente a los resultados obtenidos en 2015, cuando este porcentaje llegó al 21,8% de los bogotanos.A su vez, la costa también es la zona del país que menos piensa que el país no es democrático (8,6%) y nuevamente Bogotá es la zona de mayor inconformidad:20,8% en 2017, frente  a 14,6% en 2015 de los encuestados bogotanos piensan que Colombia es un país No democrático.

Es decir, la costa atlántica, una región en donde el voto de opinión parece tener menos peso, donde las prácticas clientelistas han hecho parte del paisaje político-electoral con mayor fuerza que en otras zonas y donde predominan los grandes barones electorales conviviendo con la desigualdad, la pobreza y los problemas de acceso a servicios públicos esenciales, es aquella donde parecieran estar más satisfechos con la democracia colombiana.

 

Por el contrario, en Bogotá, en la que el voto de opinión tiene una mayor importancia en la base de su cultura política, donde el electorado es más rebelde, más crítico, probablemente más informado y politizado, debido en parte a que la capital es el centro de la vida política nacional, es donde encontramos más ciudadanos inconformes con el sistema político colombiano y su precaria e imperfecta democracia.


Quizás por esta excesiva inconformidad con la democracia colombiana es que los niveles de participación electoral son tan precarios, en especial si los comparamos con otros países del continente. Veamos:

 

 

Como se puede observar en la tabla, Colombia apenas supera a Haití en materia de participación electoral, al presentar una tasa de participación del 46,5%, nivel que se encuentra muy lejos de países similares al nuestro en cuanto a niveles de desarrollo como Perú (81,19%) o Chile (79,58%) e incluso por debajo de países con cotas de desarrollo económico y social inferiores como Bolivia (83,24%), Paraguay (75,78%) o El Salvador (54,82%).

En efecto, elecciones poco atractivas, pobre cultura de la discusión programática, debilidad ideológica y política de los partidos, relaciones electorales clientelistas y corrupción, entre otros factores, parecen alejar a la mayoría de los colombianos de la participación electoral. La inconformidad con nuestra débil democracia desafortunadamente se ejerce abstrayéndose de la participación en estos espacios de decisión, con la nefasta consecuencia de que el régimen político continúe con sus vicios y actores poco interesados en la salud de la democracia colombiana. Cambiar el estado de cosas vigente pasa por la toma de conciencia de esta lamentable situación.

Referencias

Assistance, I. f. (26 de Marzo de 2018). Institute for Democracy and Electoral Assistance. Obtenido de https://www.idea.int/
Gutiérrez Sanín, F. (2013). El Orangután con Sacoleva. Democracia y represión en Colombia, 1910-2010. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia/IEPRI.

 

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