Culminado el proceso de elección de los senadores y representantes para la próxima legislatura, el país se apresta a escoger el ciudadano que por el próximo cuatrienio dirigirá los destinos de Colombia. Estos comicios tienen especial relevancia por realizarse, por primera vez, en más de cincuenta años, sin la amenaza de la presencia armada del grupo insurgente de las Fuerzas Revolucionarias de Colombia, FARC, y una gran polarización surgida de las diversas posiciones frente al acuerdo de paz suscrito en La Habana para tratar de poner fin a la violencia guerrillera.

La situación comentada impone al ciudadano del común un gran reto, el decidir en conciencia la persona que, a su juicio, debe acceder al solio de Bolívar por tener las mejores condiciones morales, profesionales, intelectuales y técnicas. Para estos efectos, es necesario apartarse de los odios y malquerencias que algunos ventilan en las redes sociales y en los artículos periodísticos, desfigurando, las más de las veces, las calidades y virtudes de los ciudadanos que se disputan la primera magistratura del país.

Muchas de las propuestas son sugestivas pero carecen de posibilidad de ejecutoria por limitaciones presupuestales o por depender de situaciones coyunturales como el precio del petróleo, la devaluación de la moneda, las relaciones comerciales con otros países, en general, son propias del entorno y no depende de una decisión nacional.

Otro aspecto fundamental es conocer en detalle la hoja de vida del aspirante, cuáles son sus estudios, su experiencia profesional o técnica en asuntos de Estado. La historia enseña que llegar a un cargo público no solo requiere de una inquebrantable honestidad sino del conocimiento de materias como la contratación, las relaciones con el poder legislativo y el judicial, saber cuáles son los límites de su función para no generar lo llamado en forma coloquial choque de trenes, entre las ramas del poder público, respetando la estructura propuesta desde antiguo por Montesquieu y acogida en nuestra carta fundamental.

De otra parte, el ciudadano, al momento de seleccionar su opción, debe tener en cuenta cuáles son las personas, movimientos o partidos que acompañan al candidato. Si bien el sistema colombiano ha permitido que las alianzas se realicen sin atender exclusivamente a criterios programáticos y que las adiciones tengan como propósito el acompañar a quien se perfila como el eventual presidente, el ciudadano tiene la oportunidad de manifestar con su voto, su patrimonio inalienable, si está de acuerdo que personas que no le generan confianza por su utilitarismo o su conducta anterior, formen parte del equipo de la persona por quien se inclina su preferencia electoral. Desde luego, de quienes apoyen al aspirante depende mucho el cumplimiento de su programa de gobierno. En el pasado esta afirmación encuentra claro sustento en gobiernos como el del doctor Alfonso López Pumarejo quien logró la gran transformación de nuestro país, en lo que se llamó La revolución en marcha, gracias a rodearse de las personas que él calificó como las audacias menores de cuarenta años, entre las que se destacaron figuras nacidas en nuestro terruño como Darío Echandía, Antonio Rocha y Carlos Lozano y Lozano, que integraron la famosa escuela del Tolima.

El voto ha sido definido por la Constitución Política de Colombia como uno de los mecanismos de participación ciudadana. Esta declaratoria debe tener pleno desarrollo en nuestra consciente participación en el próximo debate electoral. No puede seguir sucediendo en el país que la abstención, fruto del hastío por los malos gobiernos, las promesas incumplidas y en no pocas ocasiones, la pura pereza, siga eligiendo presidentes, es urgente que todos a una, como en Fuente Ovejuna, participemos activamente en la designación del primer mandatario del país y que el uso de este derecho fundamental lo ejerzamos con total libertad, con autonomía y compromiso, pensando en los grandes designios de la patria.

Por lo anterior, es preciso escuchar con atención los debates que se desarrollarán entre los diversos candidatos, analizar con paciencia y sin apasionamiento las respuestas que dan a los diferentes interrogantes, sus iniciativas, el conocimiento del país y sus problemas, no prestar importancia a trinos carentes de sindéresis y fruto, en la mayoría de las ocasiones, de reacciones en caliente que pueden generar emociones pero nunca posiciones serias.

Colombia tiene una gran tradición democrática, en nuestras manos está el darle continuidad y garantizar para las nuevas generaciones una patria segura, estable solidaria y competitiva. No desperdiciemos la oportunidad de participar activamente en la escogencia del ciudadano en cuyas manos estará una de las épocas más significativas de nuestra historia, el posconflicto o posacuerdo, el consolidar una paz que se muestra siempre esquiva, pero que ahora acariciamos gracias a los acuerdos que, con todas las deficiencias propias de los pactos suscritos entre seres humanos, es mejor que la guerra. Creo que todos estamos de acuerdo en esta última afirmación, lo importante es como lograrlo. Por ello, revisemos con atención la propuesta de cada uno de los candidatos y de sus equipos de trabajo sobre el tema.

En fin, la invitación es a ejercer el sagrado derecho al voto pero en forma consciente, de manera responsable, preparándonos para ello como si tuviéramos el examen más importante de nuestra vida; en verdad que si lo es, pues de la decisión de los ciudadanos depende el futuro de nuestra amada Colombia. Si contamos con un buen timonel, elegido con el respaldo de un nutrido grupo de personas que legitime el proceso y un congreso que lo acompañe en sus sanos propósitos y le cierre el paso a desviaciones, disfrutaremos de un  gobierno que les ofrezca un promisorio futuro a los ciudadanos y garantice la buena salud de la nación.