Viernes, 16 Marzo 2018 15:28

Universidad y lectores: Una relación fundamental

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¿Es posible que un estudiante universitario declare que no le gusta leer? Aunque, en teoría, resulta casi inconcebible, a diario, los profesores universitarios se enfrentan con estudiantes que no reconocen el valor de la lectura en su proceso estudiantil o cognitivo.
¿Es posible que un estudiante universitario declare que no le gusta leer? Aunque, en teoría, resulta casi inconcebible, a diario, los profesores universitarios se enfrentan con estudiantes que no reconocen el valor de la lectura en su proceso estudiantil o cognitivo.

Los cambios en la universidad (Biggs, 2006) han generado la posibilidad de encontrar estudiantes en niveles lectores diferentes y estos niveles se constituyen en elementos diferenciadores en cuanto al desempeño académico. Los diversos programas de apoyo, tutorías, asesorías, acompañamientos en escritura y comprensión lectora, dan cuenta de la preocupación de las universidades por  ayudar a sus estudiantes a entrar en el mundo alfabetizado que requiere el conocimiento académico y científico. Sin embargo, el asunto no es exclusivamente académico y se desborda hacia el ámbito de la formación, de lo invisible y sutil.

El campus universitario se constituye en un territorio de formación que marca un modo de ser y sentir la relación con el conocimiento. El ethos universitario, el modo de ser y sentir la universidad y el conocimiento se traslucen en acciones cotidianas que  se viven fuera de las aulas pero dentro de las universidades.

Las actividades extracurriculares constituyen una parte importante del tiempo universitario y determinan el modo como los estudiantes enfocan su formación voluntaria, ya sea en el conocerse a sí mismos, en el cuidarse a sí mismos o en la construcción de sí. Los grupos sociales que constituyen, las valoraciones que hacen y las prácticas socialmente aceptadas por esos grupos son esenciales a la hora de tomar decisiones sobre elementos tan académicos como sus perfiles laborales. Es misión de las universidades brindar a los estudiantes las oportunidades necesarias para que descubran  sus inclinaciones y determinen en qué desean especializarse, de qué modo su carrera profesional se materializa en ellos y cobra sentido para la sociedad. La lectura y la escritura, asumidas como tecnologías eficientes para almacenar y decodificar los conocimientos y la experiencias humanas de cientos de años, se constituyen en los aliados de ese proceso de formación.

La lectura debe ser parte esencial de las políticas de formación de las instituciones escolares. La disposición hacia la lectura es un asunto que está relacionado con el conocimiento académico, político y personal.  La cultura lectora y su socialización es deber en la formación universitaria, no en vano a los estudiantes universitarios se les llama letrados.

En países como Colombia el trabajo de formación lectora en los entornos familiares es escaso. Las estadísticas hablan de un libro leído por persona al año. Si partimos de la premisa de que la inclinación hacia la lectura como práctica individual se  aprende en los entornos sociales cercanos (Petit, 2000,) podríamos afirmar que no existen espacios que acerquen a los jóvenes a los libros y que por eso el campus, debería ser una alternativa a los espacios sociales en los que poco o nada se anima a la lectura.

Generalmente, se asume que la lectura para conocer y estudiar es la más importante en el entorno escolar universitario. El estudiante debe ingresar a una alfabetización académica que le provea de las herramientas necesarias para comunicarse con su comunidad científica y entrar de lleno en el mundo de la producción de conocimiento.

La lectura por disfrute está íntimamente relacionada con el uso del tiempo libre. Un individuo decide invertir su tiempo en la lectura porque obtiene agrado de leer. Numerosos investigadores han relacionado este aspecto con elementos afectivos que se obtienen en la primera infancia y en relación al entorno familiar. Quien lee por placer se divierte, pasa el rato, se evade, se identifica, entre otros. Sin embargo, la lectura por placer no desconoce efectos cognitivos, meta cognitivos e incluso intelectuales porque es innegable que el lector aprende y se informa mientras se divierte. Incluso esta lectura, generalmente, provee de acervo, en el sentido de que muchos textos académicos usan metáforas o imágenes que provienen de la literatura y que permiten a los lectores académicos entender con más rapidez lo planteado por los autores.

Las universidades pueden ser la última oportunidad que tiene un joven para descubrir la lectura como una práctica socialmente validada y conformar comunidades lectoras. Restringir la formación lectora a las aulas cuando se puede integrar a la vida universitaria es perder la oportunidad de cambiar la actitud social hacia la lectura. Los jóvenes que adquieren el hábito lector, que solucionan y buscan problemas por medio de la lectura, con el tiempo, se convierten ellos mismos en fomentadores de la lectura pues saben de sus beneficios y bondades.

Un punto interesante del campus como fomentador de lectura es que incluye a toda la comunidad universitaria. Este no es un asunto de sólo estudiantes sino de profesores y funcionarios. El espacio universitario debe ser una forma de vivir en la lectura. Los escenarios, los muros, las cafeterías, los patios y demás lugares deben ser el locus de la lectura, el lugar en el que habita lo escrito

Por último, es necesario comprender que el fomento de la lectura debe tener equipos responsables, si bien los maestros hacen lo posible en sus aulas el interés primordial de ellos es la alfabetización académica. Las acciones deben coordinarse y planearse, ser parte de un modo de ser y vivir en la universidad y, por supuesto, incluir los espacios formales e informales a modo de engranaje que ponga a andar la maquinaria del conocimiento adentro de cuerpos y cabezas de los que habitan la universidad e incluso de quienes sólo van de paso. El mensaje más palpable y a la vez más sutil de una universidad debiera ser “Aquí se lee”.



*Fragmento de la ponencia “La lectura como práctica social: una experiencia de fomento desde espacios no formales en la Universidad de Ibagué.

Referencias

Biggs, J. (2006). Calidad del aprendizaje universitario. Narcea. Madrid.
Petit M. (2003) La Lectura íntima y compartida. Jornadas aragonesas de bibliotecas  y promoción de la lectura. Ballobar. 8.9.10 de mayo de 2003. Documento en línea:
http://www.catedu.es/bibliotecasescolaresaragon/images/documentos/actividades/PLan/ib%20ponencias.pdf. Recuperado el 1 de enero de 2015

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